Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse.
El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento.
Es el deseo de desear.
Crónicas de mi deseo: TUS ABRAZOS.
Tus brazos siempre encuentran su lugar en el espacio que se les ofrece entre mi cintura y mi espalda. Tu cabeza en mi cuello y la mía sobre tu hombro. Como si hubiésemos sido diseñados para encajar perfectamente en esa posición. Y poco a poco, voy sintiendo tu respiración en mi nuca, y sin poder evitarlo, se me pone la piel de gallina, mientras un sinfín de imágenes recorren mi mente en el lapso de dos segundos. [Cómo explicarte que tengo que hacer uso de hasta la última gota de mi autocontrol cada vez que te me acercas] Siento el sonido de tus palpitaciones, fusionarse con las mías, aunque nuestros corazones estén separados por huesos, músculos... sentimientos.
Y tu olor me va envolviendo y me va enloqueciendo. Obnubila todos mis sentidos, y me quedo en los instintos. Y mi razón se multiplica por cero y se anula todo concepto de raciocinio. Porque cuando estoy así contigo se me hace imposible pensar.
Tus brazos me estrechan y cierro los ojos imitando tu acción. [Quisiera poder decirte tantas cosas en este momento... decírtelas, pero sin palabras. Mejor dicho; hacértelas entender] Hasta que abro los ojos, me separo de ti, y vuelvo a la realidad. Pero aún no termina, porque siempre estás ahí. Y con cada tacto, con cada susurro, con cada mirada, hasta la última fibra de mi ser desea solo una cosa: tenerte conmigo otra vez.
[we're hand in hand, chest to chest and now we're face to face...]
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