miércoles, 27 de febrero de 2008

Continuacioon..

No lo podré olvidar..Y

Martina se sentía extraña. Una sensación de vacío que jamás había experimentado antes la invadía. Una inmensa tristeza. Pero de unas dimensiones distintas a las que antes había conocido. Unas dimensiones inmedibles.
Nunca nadie querido para ella se le había sido arrebatado tan repentinamente, de una manera tan brusca. Bueno, su tía al ser ella más pequeña. Pero se había distanciado de ella para ese entonces… Demasiado.

Se sentó encima de su cama mientras las lágrimas tibias resbalaban por sus mejillas. Sentía un enorme vacío dentro.
Era raro perder a alguien. La muerte venía tan súbita, tan inesperada, tan dolorosa en cualquier momento. A cualquier persona. La vida era un estado tan frágil, que en cualquier momento, por cualquier razón podía dejar de ser, ya no existir.
“La muerte está tan segura de habernos ganado, que nos da toda una vida de ventaja” pensó. Luego recordó unas frases más que había leído acerca de ésta.
Perder a alguien era algo incómodo y desagradable, como subir las escaleras en la noche sin ninguna luz encendida. Y al llegar al último escalón, levantas el pie esperando al siguiente, mientras de una manera súbita tu pie cae el vacío, notando que el escalón no está ahí.

Sacó de debajo de su cama una caja de zapatos forrada con una tela de gamuza azul marino. Ahí estaban los recuerdos de todos esos últimos 18 meses condensados en fotos, recortes y notas de papel. La abrió y sacó primero una nota, la primera que le había enviado Marco. El papel estaba arrugado y rasgado en la esquina superior derecha.

27 - 03 – 06
“Hola Martina, soy Marco, el amigo de Daniel que conociste el otro día.
Me pareces muy simpática y guapa y bueno, cuando tengas tiempo te quería
Preguntar si te apetecería ir a tomar un café conmigo, y así podríamos
Charlar un rato..
Daniel me ha dado tu móvil, así que ya te enviaré un mensaje o te llamaré.
Un abrazo,
Marco”


En la letra apurada se podía percibir un dejo de nervios impregnados por siempre en un papel.
La nostalgia le invadió repentinamente, mientras volvía a doblar aquella nota. Poco a poco recordaba como Daniel había sido el que los había presentado. Marco estaba en la clase de Daniel cuando ella estaba empezando el bachillerato y ambos a poco tiempo de graduarse. Marco y Martina se llevaban tan sólo un año.

A continuación, sacó una foto en la que salían ambos abrazados, dándose un beso a contraluz de un atardecer majestuoso en la playa. El cielo rojo y un sol amarillo y grande justo detrás de sus negras y entrelazadas siluetas. Al reverso, estaba escrita una dedicatoria de Marco y en la parte superior la fecha (20-09-07) y una frase que decía: “Los momentos perfectos no sólo ocurren en los cuentos de hadas. Te amo”.
Decidió no seguir leyendo. Le resultaría demasiado doloroso.
Poco a poco varios recuerdos ocultos y casi olvidados fueron aflorando y reviviendo, al punto de parecer casi nuevamente reales. Las lágrimas de Martina eran cada vez más abundantes y sus sollozos y suspiros más marcados.
Valeria intentaba entrar continuamente a su habitación, pero Martina no se lo permitía. No quería ningún tipo de compañía. Quería estar a solas con sus pensamientos. Además, ¿qué le podía decir Valeria? No podía hacer nada para consolarla. Marco estaba muerto y nada de lo que dijera podía devolverle la vida. Ésa que tanto se merecía.
La gente siempre cree que puede hacerte sentir mejor diciendo que sabe como te sientes y que ya te pasará. Pero eso no mitiga tu dolor, y aunque sonrías y agradezcas cortésmente no te sientes mejor. Porque en realidad nadie sabe como te sientes. No hay dos personas iguales en el mundo, y nadie tomará una noticia igual a otra. De nada sirven las palabras cuando se trata de sentimientos.

Tantos recuerdos, tantos momentos compartidos junto a él, que no volverían. Su calor, el color de sus ojos, el olor de su pelo, el tacto de su piel. El sonido de su voz cada mañana y su característica sonrisa. Todo se le volvía cada vez más lejano, y pensar que tan sólo aquella mañana había despertado a su lado.

No podía más. Las ganas de romper en llanto vencieron. Se echó en su cama y enterrando la cabeza entre cojines y almohadas, lloró. Largo y tendido, ahogando gritos entre las mantas, sintiendo cada una de las lágrimas, que en cada una de ellas de resguardaba un recuerdo que se deslizaba por sus mejillas hasta caer y unirse a las demás. Recordaba en cada minuto sus sonrisas y las palabras que le decía. Sus “te amo”, sus peleas y discusiones tontas, y es que hasta esas cosas desagradables le parecían adorables bajo tan atroces circunstancias.

No quería nada. Sólo morir. Estar junto a Marco para el resto de su muerte.
“Si la muerte fuese un camino, y andar de la mano a tu lado para el resto de la eternidad.”

“¿Qué valor puede tener la vida si no estamos juntos?”

“¿Qué es la vida?
Un frenesí
¿Qué es la vida?
¡Una ilusión!
¡Una sombra, una ficción!
Y el mayor bien es pequeño.
Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son.”

martes, 5 de febrero de 2008

Geht's noch ..

Oh! Sorpresa..♥



Martina se arregló rápidamente, no tardó mucho tiempo, después de todo no era un día especia. Sólo saldría con su novio.

Eran las 7 en punto y el timbre sonó. Era Marco. Tenía que ser él. Siempre fue puntual...

Martina cogió el telefonillo y dijo qe ya bajaba.

Cogió su bolso y salió. Hace algún tiempo ya, que no se miraba al espejo antes de salir, retocándose el maquillaje, con las mariposas revoloteándole en el estómago antes de salir. Supuso que sería la confianza que tenía con Marco, que la había visto en todas sus fasetas, guapa, fea, feliz, enfadada, llorosa, recién despertada...



Se saludaron con un pequeño beso en los labios y ambos subieron en silencio al coche. Se mantuvieron callados durante un tiempo. Martina miraba distraída por la ventana hasta que preguntó:

- Entonces... ¿Qué haremos? -

- Te tengo una pequeña sorpresa - dijo Marco sonriendo enigmáticamente.

Martina se sorprendió un poco, él no era del tipo que sorprendía mucho Es más, era un joven rutinario, a quien le descomponía que le rompiesen el esquema. Siempre planeaba todo con mucha antelación, siempre tenía todo perfecto. La ropa bien planchada, la cama tendida, la casa ordenada. A Martina siempre le encantó el orden que tenía. Comparado a los chicos de su edad, Marco parecía ya todo un hombre hecho y derecho, con los cuellos de sus polos bien doblados y sus gafas Ray.Ban que le cubrían los grises ojos. Su pelo marrón, liso y corto, siempre con un poco de gomina echado hacia atrás. Pero todo aquello que le había atraído de Marco, ahora a veces le fastidiaba un poco, ella también era muy organizada, pero no tan rutinaria, dejaba un poco que el día se diese como debía. Al fin y al cabo, la rutina es lo que nos termina matando.

Al llegar, estaban en la puerta de la casa de Marco. Estaba la verja abierta, así que Martina entró como muchas otras veces. Marco vivía en una casa enorme, ya que sus padres se la habían dejado. Ellos se habían mudado a la Provenza con el resto de la familia. Y por lo tanto, él vivía solo en ese inmenso casón.



Ella avanzaba por el camino de piedritas que había a la entrada, perfilado por unos arbustos muy bien conservados, cuando Marco la alcanzó por detrás y le tapó los ojos. Le dijo que no podía ver nada y que se tenía que quedar ahí parada hasta que él le dijera. Martina no mostró ninguna objeción y se quedó ahí con los ojos cerrados.

Después de unos cinco minutos, Marco volvió y le dijo que los abriera, al hacerlo se sintió algo aturdida. Marco la llevó de la mano y entró por la gran puerta principal, tallada en madera. Luego pasó por el salón con antiguos muebles franceses, toda la casa exquisítamente decorada. Eso también le gustaba de Marco y de su familia en general. El muy buen gusto.

Subieron lentamente las escaleras, él delante y ella siguiéndole, hasta que llegaron al piso superior donde directamente se dirigieron hacia la terraza.

Cuando salió, Martina se quedó con la boca abierta. Estaba totalmente iluminada por velas, ninguna luz artificial, y sobre la mesa un mantel color perla y sobre éste unos platos de cristal con dibujos de flores también transparentes.

- ¿Te gusta? - preguntó Marco satisfecho al haber creado en su novia la reacción que esperaba.

Martina no respondió. No podía. Era algo realmente increible. Jamás había hecho nadie algo tan romántico para ella. Sólo se lanzó a sus brazos y le dio un largo y cálido beso.

Cenaron hablando y riendo. Fue una velada (en todo el sentido de la palabra sólo iluminada por velas) muy agradable, y con la persona a la que quería. De postr hubo helado de café con salsa de chocolate derretido. Eso le volvía loca a Martina. No entendía por qué la estaba mimando tanto, pero obviamente no mostró resistencia alguna. Hubiera sido una tonta si lo hubiera hecho o si hubiera preguntado la razón de por qué lo hacía... Después de todo ella lo habia mimado muchas veces y él no había hecho algo TAN especial como eso.

Al terminar, fueron al cuarto de Marco. Las sábanas con las que estaba tendida la cama no eran las habituales, éstas eran de seda de color vino. Algo como para enmarcar.

Marco le sonrió pícaramente, y ambos sabían lo que eso significaba. Durmieron juntos.



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El cálido sol que entraba por la ventana, los despertó enredados entre las sábanas. Martina abrazada a Marco y con una sonrisa en la boca. Era el 3 de Abril, 10.30h. Martina tenía que ir a casa. Había quedado con Valeria para ir de compras. (Rito sagrado entre dos mejores amigas que llevaban seis meses viviendo juntas)

- Amor, me tengo que ir - dijo Martina bostezando y estirándose sobre la cama.

- Nooo... ¿A dónde? - dijo Marco aún con un ojo cerrado.

- Pues he quedado con Vale, ya sabes... Shopping! - Esa última palabra la dijo en un tono más agudo. Se levantó de la cama y el sol bañaba su cuerpo desnudo. Su figura esbelta se paseó por la habitación hasta llegar al baño, y Marco la contemplaba embelesado, como si aún estuviera soñando.

La amaba con todo su corazón. A ella, a Martina. La muje que le robó el corazón desde la primera vez que la vio en el instituto, paseando con Valeria en un recreo. Y desde ahí, jamás salió de su pensamiento.

Martina se dio una breve ducha, le hubiera apetecido mucho darse un largo baño, pero Valeria la fusilaría si llegaba tarde. No quería recordar el grito que le pegó la última vez que se retrasó. Vale no solía ser muy puntual para nada, excepto para las compras. Para eso sí que llegaba dos horas antes si era preciso.

- Me llamas cuando termines a ver si quedamos, ¿si? - dijo Marco sonriéndole tiernamente desde la cama.

- Claro, corazón. - Martina se acercó y le dio un beso en la frente. De repente, una sensación horrible la invadió. Una imagen de un funeral pobló su mente durante una fracción de segundo. Eso la hizo estremecerse y no pudo contener una cara de horror y preocupación. Odiaba esas cosas.

- ¿Qué pasó amor? - dijo Marco algo asustado.

- ¿Eh...? Ah, no, no es nada. Sólo que no quiero llegar tarde. - dijo ella evadiéndolo. Obviamente no quería decirle lo que acababa de ver. ¡Qué horror! Seguramente su mente le estaba jugando algunas bromitas de mal gusto. Eso pasa a veces cuando te entierras entre libros pasa aprobar el curso. Estaba muy cansada. Pero aún así el miedo que sintió hace algunos segundos no se le iba, y seguía igual de intenso que cuando llegó. Abrazó a Marco muy fuertemente. Estaba tibio y olía muy bien. Después le dio un beso en los labios y le susurró al oido: Te Amo.

Esto no puede ser real!..Y



Al llegar a casa, Vale estaba terminando de vestirse. "Uff... Qué alivio" pensó.

- Hola Marti, salimos en quince minutos ¿vale? - dijo mientras entraba al baño para arreglarse.

Ella entró a su cuarto y se sentó frente a su escritorio. "¡La carta!" Se había olvidado completamente de su existencia. Esa cata de remitente desconocio que había recibido el día anterior. Se dispuso a abrirla. Tanto misterio no podía ser.

Domingo, 5 de Abril. Encuéntrame en Pl. Cataluña. Te espero a las 10 am. Por favor, no llegues tarde, tengo algo muy importante para ti.

Eso era todo lo que aparecía en la carta. Qué cosa tan rara. Por un momento pensó que sería Daniel. Pero después de reflexionarlo decidió que era imposible. Esta fecha era al día siguiente. ¿Iría? Aún no lo sabía. Decía que tenía algo muy importante para ella. ¿Qué sería? Bueno, aún tenía todo el día para pensarlo.

Pasó todo el día de compras con Valeria por toda Barcelona. L'Illa, El Corte Inglés, o debería decir "Los Cortes Ingleses", tuvieron que recorrer todos los de la ciudad para encontrar las botas que quería Valeria. Dios mío esta mujer cuando de verdad se propone comprar una cosa jamás se detiene. Después Paseo de Gracia. Chanel, Louis Vouitton, Scada, Prada, Gucci, y todas esas marcas que nos chiflan a las mujeres.

- Uff! Estoy completamente rendida - dijo Martina al llegar a casa y sentarse para quitarse las botas.

- Anda ya! Imagínate como ando yo que he recorrido la cuidad entera con estos tacones - dijo Valeria mientras se quitaba unos tacones de siquiera siete centímetros.

- La vanidad duele cariño - dijo Martina sonriendo irónicamente.

- Uff, sería buenísimo que hubieran unos tacones altos y estilísticos pero al mismo tiempo cómodos como para caminar sin romperte los dedos o el empeine - dijo Vale fastidiada.

- A ver si los inventas tu, para algo tienes tanta imaginación y para algo estudias diseño de modas -

En eso, el teléfono sonó. Martina lo cogió tranquilamente, aún riéndose de las tonterías que decía Valeria. De repente, se calló en seco, y adoptó una expresión sumamente seria. Normalmente Martina no solía de cambiar de humor de un segundo a otro, por lo que se asustó.

- ¿Qué pasa, Marti? - le repetía en un susurro.

Ella sólo se limitaba a asentir y enormes gotarrones le caían por las mejillas. Colgó.

- Marco ha... muerto - dijo con una voy muy débil, como si fuese un secreto, antes de que Valeria le preguntara cualquier cosa.

- La policía vendrá a las 8 para explicarnos todo. - volvió a decir esta vez con una voz mas normal pero temblorosa por causa de la noticia.

Esto no podía estar pasando. Marco no podía haber muerto.

[...]


viernes, 1 de febrero de 2008

continuacion de lo qe escribi alguna vez ..

Pensamientos, pensamientos... Sentimientos?Y
 
Martina se sumergió en sus pensamientos, analizando todo lo que acababa de pasar. Había momentos en los que de verdad se convencía de que se había imaginado a ese chico subir al bus y sentarse a su lado. Tener un contacto tan cercano. Casi como una caricia. Canción tras canción, recuerdos invadían su mente. Buenos, malos, no la inmutaban. Seguía alucinando con lo que había pasado hace no mucho tiempo.
El bus llegó a la última parada. Ella cogió todas sus cosas y se bajó. Hacía más calor del normal en Marzo. Se quitó la chaqueta caqui y la guardó en el bolso. Sacó sus gafas marrones grandes y se las puso mientras se recogía el pelo en un moño improvisado.
Caminó por la barceloneta, lento y pausado, con el sol bronceando su piel y reflejándose en su rubio pelo, dando la sensación de oro. Escuchaba y absorbía cada una de las palabras, notas y melodías de cada canción que pasaban en la sesión aleatoria de su iPod. Se sentía extraña. Estaba experimentando una sensación completamente desconocida. ¿Qué era? 


Al rededor de las 2.30h. se sentó a comer en uno de sus restaurantes favoritos. El "Agua". En el paseo marítimo. 
Entró, y como de costumbre, estaba a explotar. Pero como ya se lo había esperado, había hecho reserva.
– Buenas tardes señorita, ¿Tiene reserva? – dijo la administradora, vestida en un traje negro y con los labios carnosos pintados de un rojo fuerte.
– Sí, a nombre de Martina Thomson – dijo Martina sonriendo cortésmente.
– Thomson, Thomson... Ah sí! Aquí está. Sígame por favor.
Martina la siguió a través del restaurante hasta la terraza, en donde se sentó cómodamente y pidió lo de siempre.

Al terminar de comer, pagó, agradeció y se levantó. La terraza tenía una salida directa a un muelle y después a la playa. Así que cogió sus cosas y salió. Se quitó las sandalias y pisó la arena.
Qué buena sensación. ¿Cuánto tiempo hacía ya desde que estuvo en la playa la última vez? Poco menos de un año.
Caminó tranquilamente por la orilla con los tejanos remangados. No era una persona solitaria, pero de vez en cuando le gustaba la soledad. Se soltó el pelo y el viento lo ondeaba suavemente. Se sentía guapa.
Su móvil empezó a sonar y a vibrar en su bolso. Después de timbrar un par de veces, Martina alargó el brazo para sacarlo del bolso.
– ¿Hola? –
– Hola amor, ¿Cómo estás? – Era Marco.
– Hola cariño. Bien, ¿y tu? – dijo Martina sonriendo.
– Bien, bien. ¿En dónde estás? –
– Estoy en la playa dándome un paseo por la orilla. ¿Tú? – 
– En casa... Quieres hacer algo esta noche, como salir a cenar o algo? Hace tiempo que no nos vemos, ya sabes por la universidad y tal... –
– Sí, claro. ¿Qué quieres que hagamos? –
– Mira, te paso a buscar a las 7 a casa vale? Y ahí lo decidimos –
– Vale, amor. Te quiero. Hasta esta noche. –

Martina ni siquiera dejó que Marco se despidiera cuando colgó el teléfono. Por unos momentos se había olvidado de que existía. Y peor aún de que era su novio. Lo quería mucho. Muchísimo a decir verdad. Pero había algo ahí que simplemente no encajaba. No sabía lo que era. Pero ya nada era lo mismo. No había hecho nada por miedo... ¿Era miedo?

En el bus 16 de vuelta a casa. Martina vivía en un edificio moderno en la Pl. Lesseps junto con su mejor amiga del instituto, Valeria.
Valeria era una chica de 19 también, que cumplía el mismo día que Martina. Extraña coincidencia. O tal vez el destino. Se conocieron en clase cuando Martina se mudó de Londres a Barcelona con sus padres, por el trabajo de su padre. Se llevaron de fábula desde el primer día. 
Era alta, Castaña, con los ojos verdes y muy morena de piel. Guapísima. Si Martina hubiera sido un chico, seguro se hubiera enamorado de ella. Tenía un cuerpo muy bien formado y una cara con facciones muy femeninas. Una nariz pequeña y un poquito respingona al final, pero le quedaba muy bien. La forma de los ojos eran como los de un gato, por eso en el instituto todo el mundo la llamaba "Gata", a veces hasta Martina la llamaba así. Su forma de ser era muy parecida a la de Martina, pero también tenían diferencias bien marcadas. Por ejemplo, a ambas les encantaba viajar, salir, las fiestas, los chicos, y tal. Pero cuando se trataba de los novios, Martina se tomaba la fidelidad y la monogamia como algo muy serio. Jamás en su vida le había puesto los cuernos a un novio. No le parecía correcto. Si quería estar con algún otro chico, pues simplemente terminaba con él. Para tener la conciencia limpia. Honestamente, tenía demasiada de vez en cuando, tanta que a veces creía que no podía disfrutar de las cosas de la vida. "Lo prohibido siempre es más atractivo". En cambio a Vale, la fidelidad le duraba un par de meses si el chico sólo le parecía guapo y cuando ya se sentía satisfecha en todo sentido, pasapalabra, clandestinamente se dedicaba a probar de todo un poco, "Así sabré qué me gusta y qué no" decía siempre en una enigmática sonrisa. Y cuando de verdad quería al chico con el que salía, la fidelidad duraba un poco más. Como con Daniel. Estaba saliendo con el desde hacía seis meses y no le había sido infiel ni una sola vez, ni tampoco habían terminado. "Vale está avanzando" se dijo Martina a sí misma cuando Vale y él cumplieron los 6 meses. Era una chica muy liberal en su vida sexual, pero era sumamente íntegra y una persona maravillosa. Como las que ya no hay.

Al llegar a casa, miró el buzón como de costumbre, y encontró tres cartas, la factura de Vodafone, la factura de la luz y... un momento, ¿qué es esto? Una carta sin remitente envuelta en un sobre beige. En el sobre sólo ponía "Martina" en una letra muy bonita. La curiosidad y la emoción la embargaron. Llegó a casa, saludó a Vale con un enorme abrazo y luego se metió al baño. Se quería duchar antes de salir con Marco. La carta la leería después. No podía ser algo tan urgente...

[...] It stills goes on ...   Geht's noch ..