Miento. Miento todo el tiempo. Miento a todo el mundo, y a quienes no me conocen también. Miento a mis días, miento a mis noches, a veces logro mentirles hasta a mis sueños. Pero sólo a veces.
Otras veces me persiguen todas aquellas cosas que fijo no ver, y mientras duermo se aprovechan de que no me puedo mover, y me enseñan todas esas cosas que niego de sol a sol. Me miento a mí misma, constantemente, aunque no siempre me creo. Si tengo suerte, y me he levantado a un buen día, me creo, y sigo tranquila, repitiéndome que todo está bien, que no hay razón para sentir un enorme hueco en mi interior.
Pero si no hay suerte, y me gana el subconsciente, me sumerjo en mis pensamientos y le doy demasiadas vueltas a la vida. Saco recuerdos que deberían estar guardados bajo candado, y desvelo secretos que desatan una mina.
Miento. Miento todo el tiempo. Me cuelgo una sonrisa en la cara, y vivo la vida, tranquilamente, sin prisa. No pienso demasiado, e intento distraerme constantemente. Pero ¿a quién quiero engañar?, las cosas no van como deberían. A veces creo avanzar, y me dura unos cuantos días, pero al final, tarde o temprano, vuelvo al hueco, donde no encuentro la salida. Y me paso ahí las horas, y me paso ahí la vida, pensando en todo lo que pudo y no fue, en lo que fue y no debió, y en lo que ni fue ni será. Y entonces me pregunto ¿por qué es tan cruel la vida?, juntándonos con personas y arrebatándolas de nuestra vista.
¿Por qué se cruzan los caminos, si al final todos acabamos solos? No puede ser coincidencia. Es lo que me repito con frecuencia. Los años pasan y las cosas no cambian. Lo que siento se mantiene intacto, y eso es exactamente lo que me mata. ¿Para qué quererte tanto, si ni siquiera estás? No porque yo quiera, ni porque tú me decidas dejar; sino porque así es de puta la vida, y te quita lo único que tiene sentido en esta locura. De qué sirve tanto amor derrochado, tanto amor tirado, cuando hay tanta falta en este mundo demacrado.
No puede ser coincidencia, no lo supero, no lo supero. Y me vuelvo a meter en el agujero, en el que mi cerebro reproduce una y otra vez la película de nuestra vida, en la que no puede ser coincidencia que siempre incidas en la mía. No puede ser coincidencia que el mundo te ponga tantas veces en mi camino, como para luego decirme que ese no era mi destino.
Me niego a pensarlo, y me sumo en la oscuridad. Y así simplemente prefiero pensar que llegará el día, en que todo esto sea sólo un mal recuerdo, y las cosas tomen su curso una vez más. Te encontraré tal vez en otro sitio, en otro lugar. Y tal vez, quién sabe, tengamos suerte y volvamos a empezar.
Miento. Miento todo el tiempo. Me vuelvo a colgar la sonrisa, y continúo con mi vida.
Carolina Cordero de Quiqueran-Beaujeu (CCdQB)
Otras veces me persiguen todas aquellas cosas que fijo no ver, y mientras duermo se aprovechan de que no me puedo mover, y me enseñan todas esas cosas que niego de sol a sol. Me miento a mí misma, constantemente, aunque no siempre me creo. Si tengo suerte, y me he levantado a un buen día, me creo, y sigo tranquila, repitiéndome que todo está bien, que no hay razón para sentir un enorme hueco en mi interior.
Pero si no hay suerte, y me gana el subconsciente, me sumerjo en mis pensamientos y le doy demasiadas vueltas a la vida. Saco recuerdos que deberían estar guardados bajo candado, y desvelo secretos que desatan una mina.
Miento. Miento todo el tiempo. Me cuelgo una sonrisa en la cara, y vivo la vida, tranquilamente, sin prisa. No pienso demasiado, e intento distraerme constantemente. Pero ¿a quién quiero engañar?, las cosas no van como deberían. A veces creo avanzar, y me dura unos cuantos días, pero al final, tarde o temprano, vuelvo al hueco, donde no encuentro la salida. Y me paso ahí las horas, y me paso ahí la vida, pensando en todo lo que pudo y no fue, en lo que fue y no debió, y en lo que ni fue ni será. Y entonces me pregunto ¿por qué es tan cruel la vida?, juntándonos con personas y arrebatándolas de nuestra vista.
¿Por qué se cruzan los caminos, si al final todos acabamos solos? No puede ser coincidencia. Es lo que me repito con frecuencia. Los años pasan y las cosas no cambian. Lo que siento se mantiene intacto, y eso es exactamente lo que me mata. ¿Para qué quererte tanto, si ni siquiera estás? No porque yo quiera, ni porque tú me decidas dejar; sino porque así es de puta la vida, y te quita lo único que tiene sentido en esta locura. De qué sirve tanto amor derrochado, tanto amor tirado, cuando hay tanta falta en este mundo demacrado.
No puede ser coincidencia, no lo supero, no lo supero. Y me vuelvo a meter en el agujero, en el que mi cerebro reproduce una y otra vez la película de nuestra vida, en la que no puede ser coincidencia que siempre incidas en la mía. No puede ser coincidencia que el mundo te ponga tantas veces en mi camino, como para luego decirme que ese no era mi destino.
Me niego a pensarlo, y me sumo en la oscuridad. Y así simplemente prefiero pensar que llegará el día, en que todo esto sea sólo un mal recuerdo, y las cosas tomen su curso una vez más. Te encontraré tal vez en otro sitio, en otro lugar. Y tal vez, quién sabe, tengamos suerte y volvamos a empezar.
Miento. Miento todo el tiempo. Me vuelvo a colgar la sonrisa, y continúo con mi vida.
Carolina Cordero de Quiqueran-Beaujeu (CCdQB)