sábado, 29 de noviembre de 2008

Percepciones

Si todos somos un mundo, tú eres un universo. Y en este momento, mi órbita gira entorno a ti.

No soy un misterio. Soy una chica bastante simple, de comportamientos bastante bastos. Lo que me gusta me hace dar un paso hacia delante y lo que me asusta, un paso hacia atrás. Y entonces te encontré a ti. Sin buscarte entraste en mi vida un día. Y desde aquel día duermo menos y sueño más. Eres como una droga, y yo parezco ser la víctima a la que le has causado adicción. Porque tú me gustas pero al mismo tiempo, me asusta lo que siento, pero sin embargo, eso también me gusta. Devolviste a mi vida el toque de adrenalina que le faltaba. Y ahora pienso con más claridad. Sé que tengo miedo a perderte, por eso no te digo todo lo que me gustaría decirte. Supongo que ya llegará el momento de decirte todo lo que siento y todo lo que pienso. Pero hasta entonces espera. No hay prisas, porque si de algo disponemos, es de tiempo. Y sé que valdrá la pena. Porque aunque aún no esté segura de lo que siento, y de si es bueno o malo, prefiero sentir algo, que no sentir nada.
Y dices que muestras más interés que yo... Si tú sólo supieras todo lo que pasa por mi mente cada vez que te miro. Y te lo he dicho: eres lo primero que pasa por mi cabeza cuando despierto, y lo último que pobla mi mente antes de sumirme en la inconciencia. ¿Te ha quedado claro ahora? Me gustas. Y te quiero. No queda nada más por decir. No por ahora.

jueves, 20 de noviembre de 2008

A veces, hay que saber decir adiós.

Porque todo el tiempo que pasé junto a ti, dejó tejido su hilo dentro de mi. Y aprendí a quitarle al tiempo los segundos, tú me hiciste ver el cielo más profundo. Despegaste del cemento mis zapatos, para escapar los dos volando un rato. Y descubrí lo que significa una rosa, me enseñaste a decir mentiras piadosas para poder verte a horas no adecuadas, y a reemplazar palabras por miradas. Y fue por ti que escribí más de cien canciones y hasta perdoné tus equivocaciones . Y conocí más de mil formas de besar, y fue por ti que aprendí lo que es amar. LO QUE ES AMAR.

Gracias a ti, mi vida dio un giro. Mi razón de vivir tiene ahora otro sentido. Mi camino eligió otro rumbo y llevo siempre presente todo lo que a tu lado aprendí. [You changed my life and all my goals.]

Gracias por haberme querido y gracias por haberme dejado quererte. Por haberme permitido ver el mundo desde tus ojos y por haberte molestado en darme siquiera una parte de lo maravilloso que eres. Por haberme dedicado tanto tiempo y todo esto, SiEMPRE con una cálida sonrisa. Por haberte mantenido en mi vida, aunque sea en otro plano, desde otro punto de vista.

Porque has sido lo mejor de mi, y siempre te recordaré con una sonrisa en la boca. Nada me quitará todos los momentos vividos y los recuerdos compartidos.Sólo gracias. Por ser quien eres, y por haber querido que tu vida se entrelazara con la mía.Ahora todas mis dudas se aclaran. El adiós no ha de ser amargo. Puede decirse con una sonrisa en los labios. Un par de lágrimas pueden caer, pero ya no son lágrimas de dolor. Son lágrimas de felicidad al recordar todos los buenos momentos de un tiempo mejor.Por todo, gracias. Por ser quien eres. Por haberme dado todo lo que ahora soy.

viernes, 10 de octubre de 2008

···

Qué importa lo que quiero yo, si no es lo que quieres tú.
No quiero saber que es lo que piensas, porque tengo miedo a que me hieras. A pesar de que ya sé lo que dirás, hay una parte en mi que no lo quiere escuchar.
Lo fuiste todo, pero lo fuiste. No sé si me entendiste, pero te estoy diciendo adiós.
Si hola no te hubiera dicho yo, jamás tendríamos que decir adiós.
No sé que me duele más. Que estés lejos y no poder tenerte. O tenerte cerca mío, pero aún así... lejos.
'Si alguna vez sentiste algo lindo por mi, perdóname. Perdóname.'
Nada de lo que pasó dejó una huella en ti. Fue sólo un rollo más, fue sólo un juego más, fue sólo un intento más, para lograr olvidar. ¿No te han dicho, que con el amor no se debe jugar?
¿Y si te quiero, qué? Comos si pudiera controlar lo que siento, y por quien lo siento. ¿Y si me importas, qué? ¿De verdad tanto te molesta?
No sé que vi en ti. No sé por qué cai en tus mentiras, y me enredé entre tus redes. Por que me dejé convencer por aquellos ojos... Tus ojos.
'Cuando el mar no tenga sed, y el amor sepa perder, venderé mi corazón para darte algo mejor.'
Si me extrañas, me quieres. Si me quieres, no me dejes. Si me dejas, no me olvides. Si me olvidas, no me reemplaces. Si me reemplazas, que sea por alguien que te quiera. Si te quiere, no te deja. Si te deja, no te olvida. Si te olvida, no te reemplaza. Si te reemplaza, te hará sentir lo que tú a mi.
Y ojalá sepas perder. Ojalá algún día aprendas a ver, que la vida no es justa. Que no siempre se gana. Y que, a veces, se ha de resignar. Porque no siempre conseguimos lo que queremos. No siempre las cosas salen a pedir de boca. Y no siempre el amor es correspondido. Pero al menos se ha de intentar. Porque si no se ha amado, si no se ha intentado. No se ha vivido.

'The best love, is the kind that awakens the soul and makes us reach for more. That plants a fire in our hearts and brings peace to our minds. That's what you have given me, and what I hoped to give you for the rest of our lives.'

'La mejor clase de amor, es aquella que despierta el alma y nos hace aspirar a más. Que enciende un fuego en nuestros corazones y trae paz a nuestras mentes. Eso es lo que tú me has dado, y lo que esperaba darte por el resto de nuestras vidas.'

¿Qué sentido puede tener la vida, si no estamos juntos?

domingo, 23 de marzo de 2008

Más continuaciones...

Sueño o Realidad?


“No puede ser cierto… Marco no puede estar muerto…” Se repetía Martina una y otra vez, entre lágrimas que resbalaban por sus coloradas mejillas.
Valeria entró en la habitación.
- Marti, no llores por fa que me rompes el corazón.
Martina no contestaba, sólo se limitaba a enterrar su cabeza entre las almohadas y gritar, llorar y ahogar todo su sufrimiento.
- Marti, por favor, habla conmigo, dime que sientes, no te lo guardes todo. – intentó Valeria una vez más.
Martina decidió hacerle caso. La miró fijamente a los ojos verdes esperanza que denotaban una preocupación inmensa por su amiga y la abrazó.
- N-no sé s-si alguna vez has sentido lo que sient-to – gimoteó Martina.
- Es horrible… Es como si te hubieran arrancado algo dentro Vale, es como si te hubieran quitado el corazón y lo hubieran apuñalado una y otra vez, tantas veces, tantas heridas que la sangre ya no quiere ni salir. Y cada recuerdo es una punzada en ese agujero donde solía estar tu estómago. Es recordar cada momento de amor, cada momento de pasión, de cariño, de todo… Y volverlo añicos, porque él ya no está… Porque ni siquiera tienes el consuelo de cuando te dejan, que sabes que al menos podrás contentarte con mirarlo de lejos si no quieres olvidarlo… Y una vez sin corazón, el amor sigue estando ahí… No se va, se queda contigo, pero no compañero, se queda prisionero, aferrado a recuerdos, a momentos, pero ya no a la realidad. Nunca más a la realidad.
Valeria la miraba perpleja, mientras las lágrimas caían silenciosas, cómplices, empapando sus preciosos ojos.
No sabía qué decir. Jamás había sentido un dolor parecido. Sólo la abrazó.
Son esos momentos en los que no necesitas nada, que nadie te diga cosas, que no intenten entenderte. Que no piensen que pueden ayudarte con huecas y vacías palabras. Sólo necesitas un abrazo. Sólo eso.

No sé cuanto tiempo pasó hasta que finalmente Martina se rindió y se quedó dormida. Su respiración era entrecortada por el largo tiempo de haber llorado. De haberse lamentado. Valeria se levantó de su cama, la tapó con el edredón y de dirigió al salón. Cogió el teléfono y llamó a la comisaría.
- Si, buenas tardes, quisiera hablar con el encargado del caso de la muerte del señor Marco de la Torre. – al decir esto, un par de lágrimas se le resbalaron a Valeria. Ella también le había querido. Como a un buen amigo. Y no había terminado de asimilar su permanente ausencia hasta ese momento.
- Si, un momento por favor.
- Buenas tardes, el inspector Salveny a sus órdenes. – una voz masculina e imponente contestó.
- Si, habla Valeria Rossini, amiga del fallecido y de su novia. Tengo entendido de que usted vendrá en un par de horas a explicar todo lo ocurrido, ¿no es así?
- Sí señorita, así es, ¿por qué? ¿hay algún inconveniente?
- Sí inspector, mire, es que mi amiga, la novia de Marco, no ha tomado bien la noticia como era de esperar, y bueno, quisiera pedirle si por favor la podemos aplazar para la próxima semana.
- Bueno señorita, verá, es que es algo muy delicado…
- Perfecto, muchas gracias inspector, entonces hasta el próximo Lunes a las 8 de la noche. Adiós.
- ¿Hola? ¿Hola? Señorita…
Pero era demasiado tarde, Valeria ya había colgado.
Después de un momento, se encaminó a su cuarto. Y ella también se echó a llorar.


* * *

- Hola Martina, ¿cómo estás?
No podía ser. El chico de los ojos esmeralda otra vez. ¿Era posible? ¿La estaba persiguiendo? ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo sabía su nombre?
- Ho-Hola, ehm, bien ¿y tú?
Se sentía como una completa idiota. Torpe e inútil.
Él no dijo nada más sólo sonrió. Poco a poco se le fue acercando, hasta encontrarse a pocos centímetros de ella. Martina creía sentir su respiración en el hombro.
- Entonces, ya que has venido… ¿Qué quieres hacer? – le dijo con una voz más baja, casi en un susurro.
- Bueno, lo… lo que tu quieras. Tú me has citado aquí ¿no?
No podía quedar como tonta. Tenía que poder controlarse. O al menos aparentarlo.
El chico la tomó de la mano. Un leve escalofrío recorrió todo el cuerpo de Martina.
- Sígueme. – le dijo.
Caminaron durante largo rato, Martina aún no sabía hacia donde. Tampoco se fijaba mucho, se sentía como en trance. No podía apartar la mirada de esos ojos verdes que de vez en cuando se giraban para mirar si seguía ahí.
Llegaron a un edificio viejo, apartado de la ciudad, al menos eso parecía.
Una tranquilidad y un silencio sepulcral invadían todo el lugar. Él la acercó y la tomó por la cintura, luego empezó a besarle el cuello, mientras ella no mostraba oposición. Estaba como hipnotizada.
Poco a poco los labios de él se fueron acercando a los suyos, hasta que los rozaron. Martina cerró los ojos y se dejó llevar.
Subieron al ascensor sumidos en un eterno beso. Al llegar al ático, dando tumbos contra las paredes, abrieron la puerta y se abalanzaron al piso.
Poco a poco, la ropa fue escaseando y los suspiros aumentando. Embargados por la pasión se dejaron llevar en una aventura que ojala no tuviera final.

La lluvia caía sobre la ventana, mientras dos cuerpos entrelazados se abrazaban debajo de las mantas. Una cabellera rubia teñía la almohada y un olor a locura invadía la habitación.
Martina abrió los ojos. Le costó un poco pero al final se incorporó.
¿En dónde estaba? ¿Qué hora era? ¿Había pasado la noche ahí?
“¿Pero qué acabo de hacer?” pensó Martina.
Me acabo de acostar con un completo desconocido… Bueno, quizá completo no… Siento conocerle desde siempre. Pero, ¿qué estoy diciendo? ¡Si ni siquiera lo conozco! Espabila Martina, ¿qué pensaría Marco de esto? Un día después de su muerte y yo ya con otro… ¡Qué vergüenza doy!
En ese momento el chico abrió los ojos, esos ojos verde esmeralda que tanto cautivaban a Martina y…

Martina se despertó sobresaltada. La una de la mañana. Estaba en su cama todavía vestida.
¿Lo he soñado? Pero si ha sido tan real… El chico, sus besos, sus ojos… ¿Lo he soñado…?

miércoles, 27 de febrero de 2008

Continuacioon..

No lo podré olvidar..Y

Martina se sentía extraña. Una sensación de vacío que jamás había experimentado antes la invadía. Una inmensa tristeza. Pero de unas dimensiones distintas a las que antes había conocido. Unas dimensiones inmedibles.
Nunca nadie querido para ella se le había sido arrebatado tan repentinamente, de una manera tan brusca. Bueno, su tía al ser ella más pequeña. Pero se había distanciado de ella para ese entonces… Demasiado.

Se sentó encima de su cama mientras las lágrimas tibias resbalaban por sus mejillas. Sentía un enorme vacío dentro.
Era raro perder a alguien. La muerte venía tan súbita, tan inesperada, tan dolorosa en cualquier momento. A cualquier persona. La vida era un estado tan frágil, que en cualquier momento, por cualquier razón podía dejar de ser, ya no existir.
“La muerte está tan segura de habernos ganado, que nos da toda una vida de ventaja” pensó. Luego recordó unas frases más que había leído acerca de ésta.
Perder a alguien era algo incómodo y desagradable, como subir las escaleras en la noche sin ninguna luz encendida. Y al llegar al último escalón, levantas el pie esperando al siguiente, mientras de una manera súbita tu pie cae el vacío, notando que el escalón no está ahí.

Sacó de debajo de su cama una caja de zapatos forrada con una tela de gamuza azul marino. Ahí estaban los recuerdos de todos esos últimos 18 meses condensados en fotos, recortes y notas de papel. La abrió y sacó primero una nota, la primera que le había enviado Marco. El papel estaba arrugado y rasgado en la esquina superior derecha.

27 - 03 – 06
“Hola Martina, soy Marco, el amigo de Daniel que conociste el otro día.
Me pareces muy simpática y guapa y bueno, cuando tengas tiempo te quería
Preguntar si te apetecería ir a tomar un café conmigo, y así podríamos
Charlar un rato..
Daniel me ha dado tu móvil, así que ya te enviaré un mensaje o te llamaré.
Un abrazo,
Marco”


En la letra apurada se podía percibir un dejo de nervios impregnados por siempre en un papel.
La nostalgia le invadió repentinamente, mientras volvía a doblar aquella nota. Poco a poco recordaba como Daniel había sido el que los había presentado. Marco estaba en la clase de Daniel cuando ella estaba empezando el bachillerato y ambos a poco tiempo de graduarse. Marco y Martina se llevaban tan sólo un año.

A continuación, sacó una foto en la que salían ambos abrazados, dándose un beso a contraluz de un atardecer majestuoso en la playa. El cielo rojo y un sol amarillo y grande justo detrás de sus negras y entrelazadas siluetas. Al reverso, estaba escrita una dedicatoria de Marco y en la parte superior la fecha (20-09-07) y una frase que decía: “Los momentos perfectos no sólo ocurren en los cuentos de hadas. Te amo”.
Decidió no seguir leyendo. Le resultaría demasiado doloroso.
Poco a poco varios recuerdos ocultos y casi olvidados fueron aflorando y reviviendo, al punto de parecer casi nuevamente reales. Las lágrimas de Martina eran cada vez más abundantes y sus sollozos y suspiros más marcados.
Valeria intentaba entrar continuamente a su habitación, pero Martina no se lo permitía. No quería ningún tipo de compañía. Quería estar a solas con sus pensamientos. Además, ¿qué le podía decir Valeria? No podía hacer nada para consolarla. Marco estaba muerto y nada de lo que dijera podía devolverle la vida. Ésa que tanto se merecía.
La gente siempre cree que puede hacerte sentir mejor diciendo que sabe como te sientes y que ya te pasará. Pero eso no mitiga tu dolor, y aunque sonrías y agradezcas cortésmente no te sientes mejor. Porque en realidad nadie sabe como te sientes. No hay dos personas iguales en el mundo, y nadie tomará una noticia igual a otra. De nada sirven las palabras cuando se trata de sentimientos.

Tantos recuerdos, tantos momentos compartidos junto a él, que no volverían. Su calor, el color de sus ojos, el olor de su pelo, el tacto de su piel. El sonido de su voz cada mañana y su característica sonrisa. Todo se le volvía cada vez más lejano, y pensar que tan sólo aquella mañana había despertado a su lado.

No podía más. Las ganas de romper en llanto vencieron. Se echó en su cama y enterrando la cabeza entre cojines y almohadas, lloró. Largo y tendido, ahogando gritos entre las mantas, sintiendo cada una de las lágrimas, que en cada una de ellas de resguardaba un recuerdo que se deslizaba por sus mejillas hasta caer y unirse a las demás. Recordaba en cada minuto sus sonrisas y las palabras que le decía. Sus “te amo”, sus peleas y discusiones tontas, y es que hasta esas cosas desagradables le parecían adorables bajo tan atroces circunstancias.

No quería nada. Sólo morir. Estar junto a Marco para el resto de su muerte.
“Si la muerte fuese un camino, y andar de la mano a tu lado para el resto de la eternidad.”

“¿Qué valor puede tener la vida si no estamos juntos?”

“¿Qué es la vida?
Un frenesí
¿Qué es la vida?
¡Una ilusión!
¡Una sombra, una ficción!
Y el mayor bien es pequeño.
Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son.”

martes, 5 de febrero de 2008

Geht's noch ..

Oh! Sorpresa..♥



Martina se arregló rápidamente, no tardó mucho tiempo, después de todo no era un día especia. Sólo saldría con su novio.

Eran las 7 en punto y el timbre sonó. Era Marco. Tenía que ser él. Siempre fue puntual...

Martina cogió el telefonillo y dijo qe ya bajaba.

Cogió su bolso y salió. Hace algún tiempo ya, que no se miraba al espejo antes de salir, retocándose el maquillaje, con las mariposas revoloteándole en el estómago antes de salir. Supuso que sería la confianza que tenía con Marco, que la había visto en todas sus fasetas, guapa, fea, feliz, enfadada, llorosa, recién despertada...



Se saludaron con un pequeño beso en los labios y ambos subieron en silencio al coche. Se mantuvieron callados durante un tiempo. Martina miraba distraída por la ventana hasta que preguntó:

- Entonces... ¿Qué haremos? -

- Te tengo una pequeña sorpresa - dijo Marco sonriendo enigmáticamente.

Martina se sorprendió un poco, él no era del tipo que sorprendía mucho Es más, era un joven rutinario, a quien le descomponía que le rompiesen el esquema. Siempre planeaba todo con mucha antelación, siempre tenía todo perfecto. La ropa bien planchada, la cama tendida, la casa ordenada. A Martina siempre le encantó el orden que tenía. Comparado a los chicos de su edad, Marco parecía ya todo un hombre hecho y derecho, con los cuellos de sus polos bien doblados y sus gafas Ray.Ban que le cubrían los grises ojos. Su pelo marrón, liso y corto, siempre con un poco de gomina echado hacia atrás. Pero todo aquello que le había atraído de Marco, ahora a veces le fastidiaba un poco, ella también era muy organizada, pero no tan rutinaria, dejaba un poco que el día se diese como debía. Al fin y al cabo, la rutina es lo que nos termina matando.

Al llegar, estaban en la puerta de la casa de Marco. Estaba la verja abierta, así que Martina entró como muchas otras veces. Marco vivía en una casa enorme, ya que sus padres se la habían dejado. Ellos se habían mudado a la Provenza con el resto de la familia. Y por lo tanto, él vivía solo en ese inmenso casón.



Ella avanzaba por el camino de piedritas que había a la entrada, perfilado por unos arbustos muy bien conservados, cuando Marco la alcanzó por detrás y le tapó los ojos. Le dijo que no podía ver nada y que se tenía que quedar ahí parada hasta que él le dijera. Martina no mostró ninguna objeción y se quedó ahí con los ojos cerrados.

Después de unos cinco minutos, Marco volvió y le dijo que los abriera, al hacerlo se sintió algo aturdida. Marco la llevó de la mano y entró por la gran puerta principal, tallada en madera. Luego pasó por el salón con antiguos muebles franceses, toda la casa exquisítamente decorada. Eso también le gustaba de Marco y de su familia en general. El muy buen gusto.

Subieron lentamente las escaleras, él delante y ella siguiéndole, hasta que llegaron al piso superior donde directamente se dirigieron hacia la terraza.

Cuando salió, Martina se quedó con la boca abierta. Estaba totalmente iluminada por velas, ninguna luz artificial, y sobre la mesa un mantel color perla y sobre éste unos platos de cristal con dibujos de flores también transparentes.

- ¿Te gusta? - preguntó Marco satisfecho al haber creado en su novia la reacción que esperaba.

Martina no respondió. No podía. Era algo realmente increible. Jamás había hecho nadie algo tan romántico para ella. Sólo se lanzó a sus brazos y le dio un largo y cálido beso.

Cenaron hablando y riendo. Fue una velada (en todo el sentido de la palabra sólo iluminada por velas) muy agradable, y con la persona a la que quería. De postr hubo helado de café con salsa de chocolate derretido. Eso le volvía loca a Martina. No entendía por qué la estaba mimando tanto, pero obviamente no mostró resistencia alguna. Hubiera sido una tonta si lo hubiera hecho o si hubiera preguntado la razón de por qué lo hacía... Después de todo ella lo habia mimado muchas veces y él no había hecho algo TAN especial como eso.

Al terminar, fueron al cuarto de Marco. Las sábanas con las que estaba tendida la cama no eran las habituales, éstas eran de seda de color vino. Algo como para enmarcar.

Marco le sonrió pícaramente, y ambos sabían lo que eso significaba. Durmieron juntos.



*************************************************************************************



El cálido sol que entraba por la ventana, los despertó enredados entre las sábanas. Martina abrazada a Marco y con una sonrisa en la boca. Era el 3 de Abril, 10.30h. Martina tenía que ir a casa. Había quedado con Valeria para ir de compras. (Rito sagrado entre dos mejores amigas que llevaban seis meses viviendo juntas)

- Amor, me tengo que ir - dijo Martina bostezando y estirándose sobre la cama.

- Nooo... ¿A dónde? - dijo Marco aún con un ojo cerrado.

- Pues he quedado con Vale, ya sabes... Shopping! - Esa última palabra la dijo en un tono más agudo. Se levantó de la cama y el sol bañaba su cuerpo desnudo. Su figura esbelta se paseó por la habitación hasta llegar al baño, y Marco la contemplaba embelesado, como si aún estuviera soñando.

La amaba con todo su corazón. A ella, a Martina. La muje que le robó el corazón desde la primera vez que la vio en el instituto, paseando con Valeria en un recreo. Y desde ahí, jamás salió de su pensamiento.

Martina se dio una breve ducha, le hubiera apetecido mucho darse un largo baño, pero Valeria la fusilaría si llegaba tarde. No quería recordar el grito que le pegó la última vez que se retrasó. Vale no solía ser muy puntual para nada, excepto para las compras. Para eso sí que llegaba dos horas antes si era preciso.

- Me llamas cuando termines a ver si quedamos, ¿si? - dijo Marco sonriéndole tiernamente desde la cama.

- Claro, corazón. - Martina se acercó y le dio un beso en la frente. De repente, una sensación horrible la invadió. Una imagen de un funeral pobló su mente durante una fracción de segundo. Eso la hizo estremecerse y no pudo contener una cara de horror y preocupación. Odiaba esas cosas.

- ¿Qué pasó amor? - dijo Marco algo asustado.

- ¿Eh...? Ah, no, no es nada. Sólo que no quiero llegar tarde. - dijo ella evadiéndolo. Obviamente no quería decirle lo que acababa de ver. ¡Qué horror! Seguramente su mente le estaba jugando algunas bromitas de mal gusto. Eso pasa a veces cuando te entierras entre libros pasa aprobar el curso. Estaba muy cansada. Pero aún así el miedo que sintió hace algunos segundos no se le iba, y seguía igual de intenso que cuando llegó. Abrazó a Marco muy fuertemente. Estaba tibio y olía muy bien. Después le dio un beso en los labios y le susurró al oido: Te Amo.

Esto no puede ser real!..Y



Al llegar a casa, Vale estaba terminando de vestirse. "Uff... Qué alivio" pensó.

- Hola Marti, salimos en quince minutos ¿vale? - dijo mientras entraba al baño para arreglarse.

Ella entró a su cuarto y se sentó frente a su escritorio. "¡La carta!" Se había olvidado completamente de su existencia. Esa cata de remitente desconocio que había recibido el día anterior. Se dispuso a abrirla. Tanto misterio no podía ser.

Domingo, 5 de Abril. Encuéntrame en Pl. Cataluña. Te espero a las 10 am. Por favor, no llegues tarde, tengo algo muy importante para ti.

Eso era todo lo que aparecía en la carta. Qué cosa tan rara. Por un momento pensó que sería Daniel. Pero después de reflexionarlo decidió que era imposible. Esta fecha era al día siguiente. ¿Iría? Aún no lo sabía. Decía que tenía algo muy importante para ella. ¿Qué sería? Bueno, aún tenía todo el día para pensarlo.

Pasó todo el día de compras con Valeria por toda Barcelona. L'Illa, El Corte Inglés, o debería decir "Los Cortes Ingleses", tuvieron que recorrer todos los de la ciudad para encontrar las botas que quería Valeria. Dios mío esta mujer cuando de verdad se propone comprar una cosa jamás se detiene. Después Paseo de Gracia. Chanel, Louis Vouitton, Scada, Prada, Gucci, y todas esas marcas que nos chiflan a las mujeres.

- Uff! Estoy completamente rendida - dijo Martina al llegar a casa y sentarse para quitarse las botas.

- Anda ya! Imagínate como ando yo que he recorrido la cuidad entera con estos tacones - dijo Valeria mientras se quitaba unos tacones de siquiera siete centímetros.

- La vanidad duele cariño - dijo Martina sonriendo irónicamente.

- Uff, sería buenísimo que hubieran unos tacones altos y estilísticos pero al mismo tiempo cómodos como para caminar sin romperte los dedos o el empeine - dijo Vale fastidiada.

- A ver si los inventas tu, para algo tienes tanta imaginación y para algo estudias diseño de modas -

En eso, el teléfono sonó. Martina lo cogió tranquilamente, aún riéndose de las tonterías que decía Valeria. De repente, se calló en seco, y adoptó una expresión sumamente seria. Normalmente Martina no solía de cambiar de humor de un segundo a otro, por lo que se asustó.

- ¿Qué pasa, Marti? - le repetía en un susurro.

Ella sólo se limitaba a asentir y enormes gotarrones le caían por las mejillas. Colgó.

- Marco ha... muerto - dijo con una voy muy débil, como si fuese un secreto, antes de que Valeria le preguntara cualquier cosa.

- La policía vendrá a las 8 para explicarnos todo. - volvió a decir esta vez con una voz mas normal pero temblorosa por causa de la noticia.

Esto no podía estar pasando. Marco no podía haber muerto.

[...]


viernes, 1 de febrero de 2008

continuacion de lo qe escribi alguna vez ..

Pensamientos, pensamientos... Sentimientos?Y
 
Martina se sumergió en sus pensamientos, analizando todo lo que acababa de pasar. Había momentos en los que de verdad se convencía de que se había imaginado a ese chico subir al bus y sentarse a su lado. Tener un contacto tan cercano. Casi como una caricia. Canción tras canción, recuerdos invadían su mente. Buenos, malos, no la inmutaban. Seguía alucinando con lo que había pasado hace no mucho tiempo.
El bus llegó a la última parada. Ella cogió todas sus cosas y se bajó. Hacía más calor del normal en Marzo. Se quitó la chaqueta caqui y la guardó en el bolso. Sacó sus gafas marrones grandes y se las puso mientras se recogía el pelo en un moño improvisado.
Caminó por la barceloneta, lento y pausado, con el sol bronceando su piel y reflejándose en su rubio pelo, dando la sensación de oro. Escuchaba y absorbía cada una de las palabras, notas y melodías de cada canción que pasaban en la sesión aleatoria de su iPod. Se sentía extraña. Estaba experimentando una sensación completamente desconocida. ¿Qué era? 


Al rededor de las 2.30h. se sentó a comer en uno de sus restaurantes favoritos. El "Agua". En el paseo marítimo. 
Entró, y como de costumbre, estaba a explotar. Pero como ya se lo había esperado, había hecho reserva.
– Buenas tardes señorita, ¿Tiene reserva? – dijo la administradora, vestida en un traje negro y con los labios carnosos pintados de un rojo fuerte.
– Sí, a nombre de Martina Thomson – dijo Martina sonriendo cortésmente.
– Thomson, Thomson... Ah sí! Aquí está. Sígame por favor.
Martina la siguió a través del restaurante hasta la terraza, en donde se sentó cómodamente y pidió lo de siempre.

Al terminar de comer, pagó, agradeció y se levantó. La terraza tenía una salida directa a un muelle y después a la playa. Así que cogió sus cosas y salió. Se quitó las sandalias y pisó la arena.
Qué buena sensación. ¿Cuánto tiempo hacía ya desde que estuvo en la playa la última vez? Poco menos de un año.
Caminó tranquilamente por la orilla con los tejanos remangados. No era una persona solitaria, pero de vez en cuando le gustaba la soledad. Se soltó el pelo y el viento lo ondeaba suavemente. Se sentía guapa.
Su móvil empezó a sonar y a vibrar en su bolso. Después de timbrar un par de veces, Martina alargó el brazo para sacarlo del bolso.
– ¿Hola? –
– Hola amor, ¿Cómo estás? – Era Marco.
– Hola cariño. Bien, ¿y tu? – dijo Martina sonriendo.
– Bien, bien. ¿En dónde estás? –
– Estoy en la playa dándome un paseo por la orilla. ¿Tú? – 
– En casa... Quieres hacer algo esta noche, como salir a cenar o algo? Hace tiempo que no nos vemos, ya sabes por la universidad y tal... –
– Sí, claro. ¿Qué quieres que hagamos? –
– Mira, te paso a buscar a las 7 a casa vale? Y ahí lo decidimos –
– Vale, amor. Te quiero. Hasta esta noche. –

Martina ni siquiera dejó que Marco se despidiera cuando colgó el teléfono. Por unos momentos se había olvidado de que existía. Y peor aún de que era su novio. Lo quería mucho. Muchísimo a decir verdad. Pero había algo ahí que simplemente no encajaba. No sabía lo que era. Pero ya nada era lo mismo. No había hecho nada por miedo... ¿Era miedo?

En el bus 16 de vuelta a casa. Martina vivía en un edificio moderno en la Pl. Lesseps junto con su mejor amiga del instituto, Valeria.
Valeria era una chica de 19 también, que cumplía el mismo día que Martina. Extraña coincidencia. O tal vez el destino. Se conocieron en clase cuando Martina se mudó de Londres a Barcelona con sus padres, por el trabajo de su padre. Se llevaron de fábula desde el primer día. 
Era alta, Castaña, con los ojos verdes y muy morena de piel. Guapísima. Si Martina hubiera sido un chico, seguro se hubiera enamorado de ella. Tenía un cuerpo muy bien formado y una cara con facciones muy femeninas. Una nariz pequeña y un poquito respingona al final, pero le quedaba muy bien. La forma de los ojos eran como los de un gato, por eso en el instituto todo el mundo la llamaba "Gata", a veces hasta Martina la llamaba así. Su forma de ser era muy parecida a la de Martina, pero también tenían diferencias bien marcadas. Por ejemplo, a ambas les encantaba viajar, salir, las fiestas, los chicos, y tal. Pero cuando se trataba de los novios, Martina se tomaba la fidelidad y la monogamia como algo muy serio. Jamás en su vida le había puesto los cuernos a un novio. No le parecía correcto. Si quería estar con algún otro chico, pues simplemente terminaba con él. Para tener la conciencia limpia. Honestamente, tenía demasiada de vez en cuando, tanta que a veces creía que no podía disfrutar de las cosas de la vida. "Lo prohibido siempre es más atractivo". En cambio a Vale, la fidelidad le duraba un par de meses si el chico sólo le parecía guapo y cuando ya se sentía satisfecha en todo sentido, pasapalabra, clandestinamente se dedicaba a probar de todo un poco, "Así sabré qué me gusta y qué no" decía siempre en una enigmática sonrisa. Y cuando de verdad quería al chico con el que salía, la fidelidad duraba un poco más. Como con Daniel. Estaba saliendo con el desde hacía seis meses y no le había sido infiel ni una sola vez, ni tampoco habían terminado. "Vale está avanzando" se dijo Martina a sí misma cuando Vale y él cumplieron los 6 meses. Era una chica muy liberal en su vida sexual, pero era sumamente íntegra y una persona maravillosa. Como las que ya no hay.

Al llegar a casa, miró el buzón como de costumbre, y encontró tres cartas, la factura de Vodafone, la factura de la luz y... un momento, ¿qué es esto? Una carta sin remitente envuelta en un sobre beige. En el sobre sólo ponía "Martina" en una letra muy bonita. La curiosidad y la emoción la embargaron. Llegó a casa, saludó a Vale con un enorme abrazo y luego se metió al baño. Se quería duchar antes de salir con Marco. La carta la leería después. No podía ser algo tan urgente...

[...] It stills goes on ...   Geht's noch ..

martes, 29 de enero de 2008

continuacióón ..*

Martina se quedó fría durante unos instantes mirando incrédula a aquel chico que descaradamente se había sentado a su lado y encima había tenido la osadía de preguntarle si lo recordaba. Como si hubieran sido unos conocidos de toda la vida, unos vecinos que siempre se saludan al encontrarse entrando o saliendo de casa. Pero por extraño que pareciera no le molestaba la presencia de él a su lado, de hecho, le agradaba.
El chico la siguió observando como si esperara una respuesta.
– Emm... Sí, sí me acuerdo de ti. – dijo Martina con la voz algo temblorosa.
Él no dijo nada. Sólo la siguió mirando directo a los ojos. Faltaba aún mucho para que ella se bajara así que no se preocupó por mirar por la ventana. De todas formas, el paisaje que había fuera ya lo conocía bien, y un "algo" extraño no dejaba a sus ojos apartarse de los de él. Verdes. Cautivantes. Al inicio se sentía ruborizada, algo cohibida, pero a medida que más se observaban, esas sensación desaparecía poco a poco. Se sentía cada vez más perdida en esos ojos, que decían tanto y no decían nada. No recordaba haberse sentido así antes. Como si tuviera la mente en blanco, pero al mismo tiempo estuviera pensando en tantas cosas a la vez...
Sin que lo notaran se acercaban cada vez más, de una manera involuntaria. Por la ley de la atracción. En un momento el movió lentamente su mano hasta llegar a tocar la barbilla de Martina. Normalmente, ella le hubiera quitado la mano de inmediato y se hubiera cambiado de asiento sin duda alguna. Pero esta vez no lo hizo. Esta vez ni siquiera le molestó que su mano estuviera en su barbilla. Como si de cierta forma ya lo conociera, como si en esos minutos de miradas silenciosas se hubiera abierto una caudalosa confianza. Poco a poco su mano fue subiendo cada vez más hasta llegar a un mechón de su pelo rubio que tenía a la altura de la boca. Primero apartó el mechón delicadamente, y después llevó sus dedos a sus labios, a los que acarició con la yema del pulgar. Eran suaves y sedosos. Sin embargo en su mirada seguía esa apacibilidad con la que la había mirado todo el tiempo. No denotaba un gramo de ninguna emoción. 
Su cara se fue acercando cada vez más a la de Martina hasta el punto que estuvieron a unos pocos milímetros de rozarse. Ella cerró los ojos por un momento y los volvió a abrir. Pero él ya no estaba. Por un instante, Martina ceyó habérselo imaginado todo, pero justo en ese momento miró por su ventana y lo vio ahí en la parada en la que el bus acababa de detenerse. Mirándola como lo hizo antes. 
Martina pensó que era algo definitivamente raro. Pero muy raro. Decidió no darse más vueltas a la cabeza y simplemente se puso los auriculares de su iPod y se perdió en su música.
No quería pensar más.

[..] Continuará ...




lunes, 28 de enero de 2008

. un poco de amor.

El Inicio ..Y

22 de Marzo. Martina salió de su casa apresurada, pensando en todo y al mismo tiempo en nada. Caminaba rápidamente por las calles, sintiendo el viento rozar sus sonrosadas mejillas, y el sol iluminaba sus ojos turquesas. Al cabo de un rato, tuvo que pararse en la Diagonal, ya que el semáforo de peatones estaba en rojo. Notó como si alguien la mirara, pero no le dio importancia, al fin y al cabo a una chica tan guapa como ella siempre la miraban al caminar. Pero después de unos minutos, la sensación se volvió más marcada, hasta que disimuladamente comenzó a recorrer con la mirada a todos los que estaban en aquella acera a ver si alguno de ellos la observaba con afán.
Nadie. No encontró a nadie que la estuviera mirando, pero de repente, un impulso hizo que Martina mirara a través de la calle, a la otra acera. Al inicio no se fijó, pero después vio a un chico joven, alto y castaño, a la distancia no podía descifrar el color de sus ojos, ni si era guapo o no, pero su mirada la inquietaba un poco, la ponía un poco nerviosa. Pero nada negativo. Tuvieron contacto visual un par de veces, Martina con la esperanza de que el chico bajara la mirada al notar que ella lo estaba observando, pero no tuvo éxito. El chico la miraba cada vez más, sin parpadear.

La luz se puso verde. Comenzó a caminar rápidamente con la mirada fijada al frente. En eso, una ráfaga de viento hizo que volaran todos los papeles que llevaba sueltos en su carpeta, justo en el momento que el chico que la había estado observando pasaba a su lado. A él se le cayeron sus papeles que directamente no los llevaba con ninguna clase de protección. Ella sin hacer mucho caso al chico que se agachó para recoger sus cosas y ayudar de paso a Martina con lo suyo, empezó a coger sus papeles al apuro y algo nerviosa y rápidamente se levantó. 
Él se demoró un poquito más, pero también se levantó. Se quedó al frente suyo durante un momento, y ella en lo único que se podía fijar era en sus ojos verde esmeralda. Un color verdaderamente precioso.
– Me parece que esto es tuyo – dijo el chico alargando el brazo con una serie de papeles, que efectivamente eran de ella.
– Eh.. Sí, sí. Muchas gracias, lo siento mucho… – tartamudeó ella desviando la mirada.
– Bueno, adiós – Ella siguió caminando una vez más como si nada hubiera sucedido. Una vez ya en la acera que le correspondía, se giró para ver si el chico seguía ahí. Y ahí lo vio. Parado mirándola. Ella sólo se sonrojó, sonrió para sí y siguió caminando. Probablemente no lo volvería a ver jamás.
Garrafal error.

Por azares de la vida.. Y

– ¿Pero dónde está esa hoja? – se dijo Martina para sí misma cuando llegó a la facultad, buscando entre la revolución de hojas y folios revueltos en su carpeta.
– No puedo habérmela olvidado. ¡No! Pero si yo la traje... ¿Dónde estará? – siguió buscando y buscando. Tenía que encontrarla, se había pasado horas haciendo ese trabajo y como lo haya perdido alguien moriría.
– "¿Pero qué es esto?" – pensó mientras leía en una hoja una letra que indudablemente no era la suya encontró un dato curioso al final de la página, escrito con la misma letra pero más como un garabato, como escrito al apuro, leyó: "Tengo la hoja que te hace falta. Encuéntrame en el café Zurich de Plaza Cataluña mañana a las 17.00 h. No llegues tarde, te espero." Lo leyó una y otra vez, y sin duda, decidió que iría, sea quien sea esta persona que tenía su hoja no podía dejar que se quedara con el trabajo que le había costado hambre sudor y sangre. 

Eran las 16.30 del 23 de Marzo. Martina daba vueltas por el salón de su casa, inquieta. Al lado su mejor amiga, Valeria, tan tranquila como siepre, comía un paquete de Donetes Rayados. Que sin duda tenían una pinta fantástica. 
– ¿Pero quién tiene tu hoja? – preguntó Valeria.
– No lo sé Vale, ya te lo he dicho. Pero tengo que recuperarla – dijo Martina impaciente.
– Marti, ¿has pensado que tal vez puede ser un maníaco, pederasta que quiere hacerte cosas raras? – volvió a decir Vale mientras se metía un donete entero en la boca.
– Por Dios Vale, pero cómo se te ocurren a ti esas cosas... Aún si lo fuera... ¡TENGO QUE RECUPERAR MI TRABAJO!– 

El reloj marcó las 16.45 y Martina se alistó para ir a recuperar su secuestrado trabajo. 
– Vuelvo en a las 6 o así Vale, cualquier cosa te llamo a casa. O al móvil.. ¡Como mantienes el teléfono de casa saturado por hablar con Miguel! – dijo Martina. Valeria solo emitió una risa pícara y le mandó un beso volado que hizo que Martina sonriera. Salió del piso que compartía con su mejor amiga, y tomo el bus 22 que la llevaría directo a Pl. Cataluña.

Eran las 17.00 y ella estaba parada en la entrada del Café Zurich, pero aún nadie aparecía. En eso, un chico alto y rubio se acercó por detrás y saludó a Martina, dándole un susto.
– Hola Marti ... –
– ¡Ay! ¡Hola Dani! ¿Cómo estás? Me has dado un susto. ¿Qué haces aquí? – dijo Martina aún algo sobresaltada.
– Pues... vengo a entregarle una hoja a una querida amiga que al parecer salió volando en un cruce en la Diagonal ayer... – dijo Daniel mirando a Martina con una cara de picardía que delataba que era él el que la había citado ahí.
– Con que eres tu! ¿Pero... cómo? – Martina no se lo esperaba en absoluto, y en su voz se podía notar un dejo de desilusión, como si hubiese estado esperando algo más. Alguna sorpresa quizás.
– Pues mira, tu no fuiste la única a la que se volaron cosas con ese viento de ayer, y aproveché la oportunidad para confundir mi hoja entre las tuyas y coger la que te hacía falta, o al menos intenté coger la más limpia y pulcra de las que tenías en la carpeta, ya que parecían el resto ser sólo borradores, y esa era la única que tenía aspecto de ser un trabajo o algo parecido – dijo Daniel sonriendo ampliamente, dejando ver su perfecta dentadura.
– Qué astuto... – dijo Martina intentando sonar lo menos fastidiada posible. Desde que habían terminado hace ya un año, Daniel no había parado de intentar encontrarse con ella de una manera lo más "casual" posible, y eso ya la tenía de los nervios. Parecía un crío al que no podías dejar solo en ningún momento, porque sino simplemente moriría o algo. Y ahora seguramente vendría la frase típica...
– Entonces Marti... ¿Quieres tomarte un café conmigo? Ya que estamos al frente de una cafetería, pues... – y esa era la frase cliché de Daniel. Siempre con la excusa muy "casual" de que por "casualidad" estaban frente a un café justo en el momento que se encontraban. ¡Todo en el era tan falsamente "casual"!
– Lo siento mucho Dani, no puedo, tengo que volver a casa porque he quedado con Valeria y su novio. Y esta vez no lo puedo aplazar. Otra vez será – dijo Martina en un tono muy poco amigable.
– Pero Marti, siempre me dices eso y al final nunca quedamos... – dijo Daniel insistente
– Lo siento Daniel, pero no puedo. Adiós. – Martina cogió la hoja de su trabajo que tenía Daniel en su mano, le dio dos besos por cortesía y se marchó.

Apenas giró la llave de la cerradura de casa, cuando Valeria le abrió la puerta de golpe y comenzó a acribillarle con preguntas.
– ¿¡Entonces!? ¿Era o no un depravado sexual que lo único que quería era sexo fácil con una tía buenísima como tú? – dijo Valeria en un tono, obviamente en broma. ¿O tal vez no?
– Ja ja, ¡Tú y tus locuras Vale! No estoy buenísima, y no no era un depravado sexual... Era peor que eso. – dijo Martina con desgano, dejando el bolso encima del mesón de la cocina y abriendo la nevera para sacar una lata de Coca-Cola.
– ¿Cómo que peor que eso? No me digas que... – Valeria miró seriamente a Martina a los ojos como si ambas estuvieran pensando lo mismo, y Martina le devolvió la mirada expresando complicidad.
– ¡Oh no! ¿Pero acaso este tío jamás se cansa? Dios mío, debería saber que si te sigue persiguiendo así obviamente no te va a volver a conseguir... Bien hecho que hayas cortado con él. Era un plasta total. – dijo Valeria quitándole a Martina su Coca-Cola y dándole un largo sorbo.
Martina no dijo nada, sólo se limitó a recuperar su refresco y asentir con la cabeza. Pero en su mente intentaba responder a la pregunta que se había hecho durante tanto tiempo... ¿Qué fue exactamente lo que le atrajo de Daniel? Bueno... Tal vez el físico. Ese chico no estaba en absoluto mal. Alto, rubio, ojos azules, piel morena, musculoso... Pero, ¿Que fue lo que hizo que se quedara con él durante tanto tiempo?...
Le dio otro sorbo a la Coca-Cola.

¿Pero qué...? Y

2 de Abril. Martina se encontraba en el bus #16 yendo hacia la Barceloneta, era un domingo y quería un poco de tranquilidad en la playa. Tal vez tomarse algo, escuchar música. Desconectarse un poco del mundo que la tenía tan agobiada. Tomar algunas fotos, a ver si a su profesor le gustaban. Nunca pensó que estudiar fotografía le produciría tanto estrés. El bus se detuvo en una de sus tantas paradas. Subió mucha gente, por suerte ella ya tenía su asiento en la penúltima fila junto a la ventana. Una viejecilla que parecía no poder mantenerse en pie de lo mucho que le temblaban las piernas consiguió sentarse en un asiento para discapacitados, mucha gente fue ocupando poco a poco los asientos antes vacíos del bus, hasta que lo vio. Aquellos ojos verdes con los que se había encontrado en el paso de cebra en la Diagonal. La sangre se le heló y notó como él también se dio cuenta que ella estaba ahí. Caminó por el pasillo del bus hasta acercarse a su asiento, la miró y se sentó a su lado.
– Hola... ¿Me recuerdas? – dijo el chico, era aún más guapo de lo que recordaba
Martina se quedó helada.